Pleno, puntos y el santo del día

El pleno de asistencia a la comida de febrero de 2015 se vio ensombrecido en parte por la pifia del cocinero, aunque bien es cierto que la dirección del local enmendó la plana. La Tinaja es el primer establecimiento que va a ser calificado por los miembros del G8. 

El plato estrella, unos garbanzos con manitas, olía a quemado y fue devuelto a los corrales. Fue sustituido por dos chuletones bien despachados. El vino sorprendió y el precio estuvo bien (20 euros). Lo demás del menú fue correcto, aunque escasito. El foie parecía de degustación y el choto, aderezado a la manera del cochifrito, tres cuartos de lo mismo. Aun así, no sale mal parado en la calificación.El máximo es 5. 

Calidad de los productos	3.3
Presentación	3.3
Servicio	3.7
Confort	3.8
Limpieza	4.3
Total	3.6

 Hay en el grupo quien quiere que a estos puntos se les llame G. Creo que debe someterse a debate porque va a parecer que tenemos la mente sucia. Id buscando otro nombre; ya sabéis que las estrellas son de Michelín y los soles de Repsol. Nos queda la luna y el niño que está en la cuna, que dice el villancico.

El reportaje gráfico es casi en su totalidad de Antoñín.

Hora de las copas, exaltación de la amistad, que si nos vamos a
 Cuba este año antes de que muera Fidel, mihelmano, etcétera, etcétera.

Animada conversación en el extremo sureste de la mesa.

Otras perspectiva. Al fondo, una gran foto de unas tinajas.

Álvaro, en el centro, celebró su onomástica.

Está feo señalar con el dedo, pero es para que el lector
 observe el chuletón que nos metimos entre pecho y espalda.

Vicente, en primera línea, se quedó con las ganas de llevarse el tuper a la residencia.
 No hubo materia suficiente; que no sobró absolutamente nada, vaya

Panorámica de la mesa desde la altura de Antoñín.

Contraluz del organizador.

Antoñín con la mano abierta.

  

Esta es la foto más grande para que recordemos a César y José Carlos, que son los que menos frecuentan últimamente las reuniones. Sin acritud, señores.

Aquí no acaba esta entrada

Anexo número 1

A fin de completar el recorrido por establecimientos de hostelería hemos de recordar aquellos restaurantes donde hemos comido pero no están registrados en el blog. Ahí van algunos

• Casa Reyes
• Víctor Abad
• Mesón San Basilio
• La Montillana (que fuimos cuatro)
• Tapagonia (aún se acuerdan del trato del vino)

Aunque sé que no me vais a hacer caso, mandad lo que recordéis a mi correo o dejadlo aquí en los comentarios.

Anexo número 2

La vocación didáctica de este grupo siempre ha sido una seña de identidad. De ahí que la Comisión de Hagiografía y Santos Estudios se haga eco de la festividad de Álvaro de Córdoba y por ello ha recogido unas notas biográficas.

Álvaro López de Córdoba y Carrillo nace en 1430, hijo del primer maestre de Calatrava, Martín López de Córdoba y de Sancha Alonso Carrillo, es bautizado en la Iglesia de San Nicolás de la Villa. Profesa como religioso en la Orden de Santo Domingo, fundador del Convento de Scala Coeli. Su gran fama de sabiduría y santidad hacen que Dª Catalina de Lancaster y su hijo, el rey Juan II lo conviertan en su confesor.

Pese a que en Córdoba se le conoce como San Álvaro, en realidad Fray Álvaro no ha sido canonizado. Beatificado el 22 de septiembre de 1714, su fiesta se celebra el 19 de febrero.

San Álvaro es el patrón de las Hermandades y Cofradías de Córdoba, y tiene bajo su advocación una iglesia en el barrio de Poniente.

 Los más antiguos cronistas dominicos lo describen como persona consagrada y enamorada enteramente a la piedad, al estudio y la enseñanza de las ciencias divinas. El título de Maestro en Teología que recibió en Salamanca y los numerosos y doctos discípulos que formó, le acreditaban como sabio eminente y hábil profesor.

 

Se comenta la siguiente leyenda que según los cronistas se convirtió en milagro.

«Venía Álvaro de su labor evangelizadora en la ciudad, cuando encontró en el suelo a un mendigo moribundo y hambriento al que invitó que le acompañara al convento. Éste al no poder ni levantarse, hizo que el fraile lo tapase con su capa y se lo echase a los hombros. Llegando a la portería del santuario descubre que lo que llevaba a sus hombros es el mismo Cristo Crucificado, el mismo que según la tradición se venera aún hoy, en la iglesia del convento.»

Se desconoce quién era su peluquero.