lunes, 26 de marzo de 2012

GULA Y LUJURIA


(SALMO A UNA JUDIAS CON RABO DE TORO)
Tal como prometí en nuestro último encuentro, me dispongo a brindaros la sensación que produjo en mi ADN la ingesta de lo que nos sirvió nuestra santa taberna de San Basilio, que es santa por Basilio y santa por lo que nos brinda al estómago.
Tal como prometí también, voy a huir de cultismos y de frases literarias. Luego nos os quejéis si se me transforma el hado del verbo en diablo de la ingle, pero, en fin, vosotros lo habéis querido.
Y tal como prometí, os hablaré de la relación entre dos deseos íntimamente juntos: el de llenar el buche y el de vaciar la bolsa; no la del ahorro, sino la venerable bolsa de la hombría.
Los artífices de la ponderada Taberna de San Basilio han sido capaces de poner en nuestra mesa un manjar difícilmente superable: unas judías al estilo posguerra, con sus pellejeras justamente deshilachadas, al punto ideal de tersura, oliendo a casa antigua, con el aroma del comino casi en la comisura, capaces de poner el paladar de puntillas, como un retablo de brasas en la mesa camilla de invierno. Y además… un espinazo final, al modo cordobés del rabo, rabo, le da la puntilla. Esa carne sin apego a la osamenta, se deshace entre la lengua y la garganta como si fuera pura ternilla femenina. Indescriptible.
Pero… como deciros lo que el cuerpo siente. No sé si mi estómago tiene una neurona directa a los conductos seminales, pero algo tengo entrelazado. Cuando semejante manjar como el de hoy, me hace fluir la sangre para empezar la digestión, algo
más se me mueve por los “bajos”. Sí, tachadme de sacrílego, pero poneos la mano en el pecho (el vuestro), y decid sinceramente si cuando esas alubias os caían por el bajante, no teníais un cierto orgasmo gastronómico. Lo que pasa es que yo soy el que lo digo y cargo con el carro de la bestialidad.
Perdóneme el Cielo, pero creo que lo honramos si elevamos al altar del placer ese plato con regadío de Rioja, previo un rato de Montilla con la urdimbre del queso a flor de curación. Hoy, cuando cada plato llegaba a la mesa, me convertía en donquijote imaginando la olla de las alubias como en el cuenco de una pelvis femenina, y el cucharon rascando el fondo… ¡qué delicia! Dejo el postre para otra ocasión, porque si continúo describiendo, inventaré nuevos pecados capitales.
Er Gominas, 26 de marzo de 2012.


Álvaro muestra su anillo de casado.


Vicente olvidó por un día el menú de la residencia.


Demostración de cariño entre Antoñín y Vicente.




























El precio de la comida fue de 162 euros, de los que hay que descontar 20 de las copas, que las pagó José Luis por su cercano cumpleaños. O sea, que cada uno pagó 20 leuracos. Se adjunta la factura.




Muy importante: en esta reunión se repartieron los turnos de organizar comidas, que se distribuyeron por riguroso orden alfabético de apellidos. El documento se inserta a continuación.



Así, y para que no haya dudas, el orden es el siguiente:
Abril: José Carlos Alba
Mayo: Vicente Baylina
Junio: Carlos Gracia
Julio: César Ollero.
Agosto: inhábil
Septiembre: José Luis Román.
Octubre: Mariano Rosa
Noviembre: Antonio Sánchez
Diciembre: Álvaro Toledo.

No se contempló otro tipo de eventos, como el homenaje a la mujer cordobesa.
 


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