domingo, 6 de abril de 2014

Misterio resuelto

No me he podido resistir a reproducir este artículo publicado en el diario Granma. Aquí se desvela el misterio del jefe de los chinos, el canijo en camiseta de tirantes que nos presentaron en el Buenavista en nuestro viaje a Cuba, donde nos soplamos unos cuantos mojitos. Espero que a Álvaro y Antoñín les traiga tan buenos recuerdos como a mí. 

 ¿Cómo llegaron los chinos a Cuba?

Claudia Fonseca Sosa
España comenzó a atraer mano de obra barata desde Asia poco tiempo después de que Inglaterra promoviera la contratación de inmigrantes como vía para sustituir a los esclavos en las plantaciones azucareras de sus dominios coloniales, una vez erradicada la trata negrera a mediados del siglo XIX.
La metrópoli ibérica, que regía entonces el destino de la Mayor de las Antillas, ya había firmado varios tratados en ese sentido con los ingleses desde 1817. Pero no fue hasta 1844 que la Real Junta de Fomento de La Habana y los señores Zulueta y Compañía enviaran agentes a China para estudiar al obrero agrícola que atendía las siembras de algodón, arroz, té y trigo.
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El Tratado de Nanking había permitido a Inglaterra poseer como colonia los territorios de Hong Kong y abrir los puertos de Cantón, Fuchién, Amoy, Ningpo y Shangai; mientras autorizaba a ciudadanos de aquellas tierras a trabajar en países de ultramar.
Así, en 1847 cientos de hombres dejaron a sus familias en el gigante asiático con la ilusión de ganarse la vida en el Nuevo Mundo, pero el destino fue cruel con ellos. Al ser reclutado por agencias comerciales establecidas en Macao y Hong Kong, el inmigrante chino o culí era obligado a permanecer encerrado en barracones hasta que lo condujeran al buque que lo transportaría a América. Desde ese momento su existencia —trocada en mercancía— dependería de su capacidad para resistir inhumanas condiciones de viaje.
Cada culí tenía que firmar un contrato que establecía su subordinación a un mismo patrón durante ocho años consecutivos, por un salario mensual de cuatro pesos de plata mejicana, una cuota de alimentos y medicinas en caso de enfermedad. Concluido dicho periodo, los chinos dispondrían de 60 días para regresar a su país por cuenta propia o buscarse un nuevo empleador.
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Sin embargo, tras pisar el suelo cubano los culíes eran tratados como animales. Los conducían a la localidad habanera de Regla, desde donde podían contemplar la ciudad sin salir de los malolientes depósitos en los que esperaban a que algún rico hacendado los comprara por un precio entre 60 y 160 pesos, según su potencial físico y sus habilidades. Tenían que soportar extenuantes jornadas de 12 horas más servicio doméstico.
Según registros históricos, la mayoría de los culíes fueron incorporados a trabajos agrícolas en ingenios azucareros, cafetales y vegas de tabaco. A otros los condujeron hacia las minas de la zona oriental del país o a los puertos y fábricas de la capital.
Reglamentos establecidos por la Corona española incluían castigos corporales en caso de desobediencia, pudiendo recibir 12 latigazos si se había ofendido la voz de un superior y 18 por reincidir. Y si se fugaban los rancheadores tenían permiso para cazarlos, recibiendo por ello un pago que se descontaba del salario de los aprehendidos.
Para algunos historiadores, la vida de estos inmigrantes fue una expresión mal disimulada de esclavitud colonial, tan inhumana como la sufrida por los africanos. De ahí que muchos se unieran espontáneamente a los movimientos independentistas de fines de siglo. ¿Qué otra cosa podían hacer sino enfrentarse al poder que tanto los había sometido?
Junto a los cubanos y desde la clandestinidad, los descendientes chinos se enfrentaron también a décadas de gobiernos corruptos y represión. Incluso, algunos pelearon en la Sierra Maestra en las filas del Ejército Rebelde.
Tras el triunfo de 1959 China fue de los primeros países en brindar apoyo al proyecto revolucionario encabezado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, y desde entonces las relaciones de amistad y colaboración socioeconómica, política y cultural entre ambas naciones se han fortalecido.

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