miércoles, 8 de enero de 2014

Autoflagelación

 
 


 
(COLOFON A UNA CEREMONIA DE DISCULPA A MODO DE PLIEGO DE DESCARGO)







Habéis de saber y sabéis que la esencia de la norma está en la prohibición y en la dotación de autoridad a quien la dicta y a quien sanciona.
Es la nuestra una reunión de derecho natural, inspirada en los propios acervos de caballeros, que tanto han decaído en esta desdichada sociedad.
Por tanto, aún siendo conocedor de nuestro régimen disciplinario, no entraré en cuestiones de recursos ni de consideraciones que hartamente van contra los derechos fundamentales (tales como la falta de separación entre instrucción y sanción). Entiendo y admito que las infracciones se sabe si se cometen sin necesidad de que instancias exteriores lo denuncien: lo que teológicamente es el


mea culpa.


Pues bien, partiendo de la honestidad que habéis de suponerme como miembro de esta


logia de amistad, he de admitir mi culpa, mi pecado o mi infracción, (según si quien lo denomina es científico, teólogo o estatalista de la disciplina).


Y admitida que sea, deberé, por tanto, asumir la consecuencia del acto. Y dichas consecuencias no deben ser siempre las del castigo, la ejemplaridad o la venganza. Son, antes bien, (y más para quien suscribe, criado y educado en bases cristianas y de raciocinio agustinista) el resultado de un proceso de asunción de la culpa como mal causado a otros. En este sentido, lo que debe primar es el efecto reparador, sobre todo cuando lo dañado puede ser el lazo de amistad que nuestra voluntad sancionó un histórico dia.
Dado que acudís a términos taurinos para instaurarme el castigo de la puya, o de los arponcillos, para que la sangre riegue mi lomo y mi cuello admita humillación, he de usar la misma jerga para reivindicar que mi
nobleza en la embestida sólo busca la belleza y no el daño y que si acudo presto al peto del caballo y al lance del matador, sólo será para vuestro deleite.
Así pues, admitiendo mi denunciado error, emplearé el cilicio de la memoria en mi espalda, procurando no olvidar la comisión, para evitar la repetición


. Y como descargo me haré cargo del encuentro gastronómico de este enero recién estrenado, que es el mes del celo gatuno y en donde nacen las criaturas fruto del celo de abril, que pone el polen más espeso para que prenda la simiente.


En pliego aparte y a cuerda floja (para emplear el término más puro que contiene el romanticismo procesalista) os detallo en qué consiste y dónde se celebrará, para que los ojos avizores de quien espía nuestro blog no tengan que saber más que nosotros.
Espero la redención. Así sea. Que la Providencia sus bendiga.
Ergo Minas.

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